martes, 23 de octubre de 2007

Nuestro mar

Sólo oía el rumor del mar y sabía que estaba cerca. Olía su presencia. Arañaba el tiempo albergando los instantes entre las uñas, y despertaba su ansia por contemplar el horizonte y aún más allá.


Cuando el brillo de sus ojos se volvió azul, su cara se iluminó. Los segundos dejaron de marcar el tiempo. La realidad se cristalizó y la tierra se detuvo.

Emrabik Abodlah Sidiapdi es un niño de 12 años que vive en Dajla, un campamento Saharauí. No había visto nunca el mar, y como él hay muchos niños que probablemente no lo vean nunca.


Yo acompañé a Emrabik con la mirada, una mirada clara y transparente, que sin palabras me decía que ese mar, nuestro mar, era también suyo. A él también le pertenecía un trocito de sal.
Foto: Es mi hija Ángela, pero podría ser Emrabik.

5 comentarios:

Mariano Zurdo dijo...

Preciosa manera de tratar una de esas inmundicias que nos empeñamos en ignorar. Y que está tan cerca. Y que además no es tan cercana.
Besitos/azos.

Anónimo dijo...

El mar nos une.
Un saludo,
armstrongfl

Campanilla dijo...

mariano: me gusta tu blog, besos con aroma a lavanda para tí.
armstrongfl:un soplo de aíre salado.

Anónimo dijo...

Es muy bonito todo lo que dices, pero muy cierto es también que niños compatriotas nuestros aún no conocen su propio mar y viven en hogares minúsculos familias de hasta ocho miembros con un solo sueldo de 400 euros.

Campanilla dijo...

Medieval: claro que sí, existen situaciones penosas que un buen programa de asistencia social, siempre tratará de combatir. El problema de otros paises es que no disponen de ayuda estatal, tan sólo sobreviven de las donaciones humanitarias y voluntarias que les ofrecen otros paises como p.ej el nuestro. Esos paises no quieren caridad prefieren sobrevivir con su dignidad, pero es que la dignidad también pasa hambre.